El doctor Nils Bergman asegura que el cuerpo de una madre es la mejor máquina que ha existido jamás. El médico de origen sueco, pero que ha pasado la mayor parte de su vida en África, ha dedicado su carrera a la medicina neonatal y el desarrollo de la neurociencia perinatal.
Sus investigaciones en países en vías de desarrollo hicieron posible que casi de forma anecdótica (no contaban con recursos básicos, como es una incubadora) descubriera el hoy llamado “Método Canguro” el protocolo de piel con piel los mil primeros minutos de vida, que además le han dotado popularidad a nivel internacionalmente.
La importancia de las primeras horas de vida
Tras sus investigaciones, ha podido concluir y asegura que los primeros mil minutos de nuestra vida son pilares básicos para el desarrollo y el estado de salud de toda nuestra existencia. Durante décadas, la medicina moderna ha creído que lo mejor era que, tras el duro trabajo de parto, la madre se recuperara tranquila en su habituación, mientras que por otro lado el bebé era cuidado por personal de enfermería en la nursery del hospital.
Recordemos aquella especie de “peceras” (que hoy en día, por suerte, ya están extinguidas) donde se podía ver a todos los niños que habían nacido. Parece de chiste, pero hace menos de 10 años se estaba luchando por la desaparición de estos protocolos y de separar al bebé de la madre.
Mantener al bebé junto a su madre
El Dr. Bergman, como hemos dicho, opta por una Separación Cero entre bebé y mamá en lo que dure el ingreso hospitalario, o como mínimo en los primeros 1000 minutos de vida, y esto hace también referencia a los bebés prematuros. De hecho, de esa forma descubrió los beneficios del piel con piel, tratando prematuros en Zimbabue, donde no contaba con incubadoras y colocaba a los niños en el pecho de su madre, imitando a los canguros, que meten a sus crías en la bolsa marsupial. Fue así como se percató de que la tasa de supervivencia era superior a la de otros prematuros críticos criados en incubadoras.
Obviamente, detrás de esta teoría hay una base científica que la consolida, y es que la separación durante los 1000 primeros minutos de madre y bebé provoca cambios metabólicos en ambos. Al feto le cambia el metabolismo, y es que el hecho de madre e hijo permanezcan piel con piel como mínimo durante esos mil primeros minutos implica que los circuitos neuronales de la inteligencia emocional se conecten: la amígdala (el cerebro emocional) se conecta con el lóbulo prefrontal (el cerebro social) y desarrolla oxitocina.
Si, por el contrario, el cerebro del recién nacido intuye el mundo como un lugar hostil, en vez de con el circuito de la oxitocina conecta el del cortisol, la hormona del estrés.
Afortunadamente, y aunque en la sociedad occidental hayamos vivido tantos años con este tipo de prácticas antinaturales y haciendo un mal uso de los avances, hoy en día los conocimientos innatos de nuestra esencia mamífera son considerados a la hora de elaborar los protocolos médicos. Por eso, en cualquier hospital del país el piel con piel es lo normal tras parir y, si por alguna complicación la madre no pudiera, también se ofrece esa posibilidad al padre.