Tradicionalmente, en la mayoría de sociedades, por distintas que fuesen, se ha asignado la labor de la crianza de los hijos y particularmente de los bebés a la madre, mientras que el padre se quedaba en un segundo plano respecto a los niños con sus misiones claras: proveer a la familia, imponer disciplina y, como mucho, jugar.
Cambios en el modelo de familia
Hoy en día, en una sociedad que intenta ante todo ser justa, no discriminar y dotar de equilibrio las relaciones, son muchas las familias que ya no hacen una distinción de roles tan marcada entre padre y madre, sino que en una unidad familiar, cualquiera se puede ocupar de cualquier cosa o se reparten las tareas independientemente del género de cada uno.
De hecho, la figura del padre que va a trabajar a la oficina mientras la madre se queda cuidando de la casa y de los niños es cada vez menos habitual, y el modelo de pareja está variando. Tras una generación (la de nuestros padres), en la que se ha luchado fuertemente contra este encasillamiento de la jerarquía familiar y se ha conseguido (con agotamiento) que lo normal haya sido que ambos progenitores trabajasen, los padres y madres millennials aspiran a volver a tener tiempo para criar a sus hijos, la tan ansiada conciliación, por lo que es cada vez menos raro que uno de los dos progenitores, independientemente del género decida dejar de trabajar un tiempo o hacerlo desde casa para poder criar a sus hijos.
Esta situación posee un término en inglés, los llamados “stay-at-home dads” o “stay-at-home moms”. La novedad, obviamente es ver a la figura paterna aparcando sus ambiciones laborales o el deber de mantener a su familia para (léase con ironía) simplemente cuidarla.
La imagen que se proyecta del padre en TV
Un estudio ha investigado la proyección que se hace del padre desde los programas de televisión dirigidos a niños de entre 9 y 14 años en EE.UU. Un 40 % del comportamiento paterno podría considerarse ridículo o una payasada.
Lo que llama poderosamente la atención es la respuesta en pantalla de los niños a sus padres, y es que el 50 % es negativa. A menudo se veía a los niños actores reaccionar a sus papás en la pantalla girando los ojos, burlándose de ellos, criticándolos verbal y no verbalmente, alejándose y expresando molestias.
El informe detalla que cada 3:24 minutos un padre (de la ficción televisiva) actúa como un bufón. Este comportamiento, especialmente en los programas de Disney, se ha convertido en la norma hasta tal punto que algunos padres han prohibido a sus hijos ver este tipo de contenidos, ya que proyectan una imagen errónea y alejada de la realidad actual.
El número de veces que una madre contó un chiste a costa del padre aumentó de 1,8 veces por episodio en la década de los 50 a 4,29 veces en 1990, según otro estudio de 2001 de la Universidad de Massachusetts Amherst.
Las madres que aparecen en los programas de hoy en día a menudo compaginan con éxito las tareas laborales con la crianza de los hijos (la llamada superwoman del s. XXI, que a las madres reales también les hace un flaco favor), mientras que a los padres, además de ser autoritarios, se les describe como incompetentes tanto en los roles masculinos tradicionales como en las tareas que antes se consideraba que pertenecían a las mujeres, como la cocina o la limpieza.
Diferencias entre padres antiguos y millennials
Mientras tanto, los anunciantes y los profesionales del marketing están haciendo cambios que atribuyen a los estilos de vida de los millennials al retratar a los padres de manera más positiva respecto a la vida familiar, aunque reflejan cambios que han estado ocurriendo gradualmente en las últimas décadas.
Los efectos beneficiosos de proyectar a los padres con una mejor imagen pueden ser muchos. Pero los que más probabilidades tienen de ganar son los niños. Un estudio reveló que tanto las madres como los padres pasn más tiempo con los niños que lo que se hacía en la década de los 70. Hoy en día damos más valor a vivir en primera persona el crecimiento y desarrollo de nuestros hijos.
Evidentemente, cada familia es un mundo, y entran en juego diferentes factores como la clase social, el nivel adquisitivo, la educación recibida o las creencias políticas, entre otros, pero eliminar estereotipos negativos y trabajar en la igualdad únicamente puede ser bueno, no solo desde el punto de vista de los padres sino de la imagen que perciben los hijos.